ENEMISTAD NACIONAL

El registro del acontecer que se publica en los distintos medios de comunicación, las charlas de café y hasta las reuniones familiares, se han convertido en indicativo de una preocupante polarización política que cada día cobra más resonancia en la vida colombiana. Se trata de la fragmentación de la sociedad en posiciones cada vez más sectarias, en la forma de una maniquea discriminación investida de subliminales apropiaciones religiosas, según la cual quien muestra un desacuerdo con nuestro pensamiento ya está del lado del mal, descalificando cualquier sentido de la crítica y de la condición democrática del pluralismo. El resultado de esta conducta es la emergencia de una cultura de la sospecha que divide y enfrenta irreconciliablemente en una especie de enemistad nacional.

Por otro lado, también la adhesión incondicional al Gobierno está abriendo sorprendentes espacios de tolerancia y permisividad con situaciones que a toda luz son reprochables. Este comportamiento, que se generalizó como reacción explicable frente a las violencias guerrilleras y paramilitares, ha generado métodos perversos, actitudes, vicios y nuevas barbaries como los llamados falsos positivos, y ha permitido que a su sombra florezcan relaciones inaceptables y formas de corrupción ó de riqueza rápida que pasan camufladas en una corriente que arrolla y no se detiene ante principio alguno, porque en una sociedad apasionada estas acciones cobran credencial de astucia y buen recibo.

Este mal espíritu social que se está gestando no es caldo de cultivo apropiado para lograr la paz que se anhela en nuestro país, y pareciera que antes que acercarnos cada día nos alejamos más, si evaluamos lo vivido en el proceso recorrido por Suráfrica. El expresidente De Klerk afirma que la búsqueda de la paz es más una obligación de carácter moral que política, y por tanto debe estar fundamentada en principios muy sólidos e inamovibles pero, además, requiere una disposición de ánimo que permita abrir puertas hacia el entendimiento y a la generación de confianza sin los cuales difícilmente se logran acuerdos satisfactorios. Conviene tener en cuenta su apreciación, según la cual luego de un conflicto armado, aún en el caso de una victoria militar, es indispensable un proceso de reconciliación si se aspira a llegar a una paz duradera.

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