90 AÑOS A LA VANGUARDIA

Dentro de las propuestas que surgieron en Colombia para propalar las ideas liberales en un momento de hegemonía partidista, nació Vanguardia Liberal. De este modo se integró Santander al esfuerzo que lideraron incipientes sectores progresistas de la sociedad colombiana, para abrir las mentes a un pensamiento libre y secular, afirmado en los presupuestos de la razón. Algunas importantes instituciones de Educación Superior asumieron la fundamentación de este ideario, que encontró en el periodismo el espacio propicio para su expresión.

Aunque ha tenido que sortear grandes dificultades, Vanguardia Liberal ha permanecido fiel a estos postulados doctrinarios, gracias a la orientación siempre vigente de su fundador Alejandro Galvis Galvis, y con Alejandro Galvis Ramírez, encontró la forma para consolidarse y proyectarse, hasta convertirse hoy en el más importante conglomerado periodístico del país, sustentado en la invaluable gestión de tantos forjadores de su grandeza en todas sus épocas, tales como el aporte cultural de Clarita Blanco de Galvis, el administrativo de Zoraida Uribe, el empresarial de Francisco Serrano, y muchos más, con los cuales ha llegado a ser el medio emblemático del Departamento y referencia de opinión en la Nación. Esta Casa asegura ahora su permanencia en el tiempo, bajo el fresco liderazgo de la nueva generación representada por Alejandro Galvis Blanco y Sebastián Hiller Galvis.

Como espacio de expresión universal y acogedor de la pluralidad, Vanguardia Liberal ha contribuido a la preservación del espíritu libertario de la comunidad santandereana. En sus páginas ha quedado la huella intelectual de tantos y tan ilustres coterráneos que en este periódico se han expresado sin limitaciones y han impulsado ideas de modernización y de pensamiento crítico. Ha sido permanente también, su vocación de apoyo a las iniciativas ciudadanas que se han traducido en hitos de bienestar y desarrollo para esta región.

El esfuerzo por mantener los canales de comunicación abiertos al libre pensamiento no tiene caducidad, tal como se pudo apreciar en las intervenciones oratorias del acto central de la conmemoración de su Nonagésimo Aniversario. Talante que reitera el valor que representa para este diario la preservación de la vida democrática colombiana. Éste es el sentido social de una Institución que constituye hoy un gran motivo de orgullo para los santandereanos.

EL MÍNIMO CIVILIZATORIO

Con el propósito de suplir el vacío de cifras confiables que tenía el país desde junio de 2006, en lo referente a mercado laboral, pobreza y desigualdad, por cuenta del cambio de la metodología introducida por el DANE en las encuestas de hogares, se creó la Misión para el Empalme de las series de Empleo, Pobreza y Desigualdad MESEP, que acaba de entregar su primer informe.

Si bien los resultados obtenidos muestran una reducción en los índices de pobreza e indigencia en el periodo entre 2002 y 2008, es preocupante que la cifra absoluta, por efectos del crecimiento poblacional, continúa en ascenso con 20 millones de colombianos pobres y 7 millones indigentes, y que dentro del intervalo considerado se observe un claro deterioro entre los años 2005 y 2008. Como explicación, la Misión anota que dicho deterioro obedece a que la inflación en los alimentos fue superior a la inflación total.

Coincide este informe con la revelación de crecientes cifras de inseguridad en las principales ciudades, en donde se aprecia que va en aumento la actividad de las bandas de atraco callejero, el sicariato, el comercio de drogas, los paseos millonarios, la violencia infantil en los colegios, los desmanes de las barras bravas, y que todas las modalidades del crimen asedian en los centros urbanos. El Comandante de la Policía aduce que el crecimiento de la inseguridad se debe a la presencia del narcotráfico.

Aunque una y otra explicación pueden ser razonables, es imperativo que se de un viraje a la política gubernamental, claramente enfocada a acoger la práctica económica según la cual, la fuerza del mercado define las posibilidades de desarrollo de la sociedad, pues si bien es aceptable que el mercado defina a qué automóvil puede acceder una persona, no es aceptable que esa misma consideración se haga cuando se trate de la posibilidad de contar con salud, educación o una vivienda digna, ó de su real y efectivo ejercicio ciudadano, pues la democracia exige unas condiciones mínimas para la solución pacífica de conflictos y para albergar una paz duradera. Esta acción reguladora debe recaer en el Estado, con lo que el filósofo Norberto Bobbio llamaba el “mínimo civilizatorio” que tiene que existir en toda sociedad.