COLOMBIA DESCONFIADA

Presentó la Revista Semana los resultados de una encuesta realizada en las principales ciudades del país, referente al nivel de la confianza de los colombianos sobre diversos aspectos e instituciones de la vida nacional, y su comparación con ejercicios similares a nivel mundial. Sólo el 40% de los encuestados confía en el Gobierno Nacional, que es la institución de mayor credibilidad, mientras que gobernaciones, alcaldías, entidades financieras y Justicia, merecen niveles inferiores hasta llegar a un 15% la confianza respecto a los propios funcionarios del Gobierno. A la pregunta de si se cree que la gente que conduce el país hace las cosas bien, un 70% de la opinión fue negativa, con un nivel de rechazo solamente superado por Panamá, Honduras y Perú en Latinoamérica. Con relación a cómo vemos el futuro social y económico, sólo el 11% tiene confianza en el país, presentando un resultado muy inferior respecto a otras latitudes como Asia con un 43%, Norteamérica 48% y Latinoamérica 23% en promedio.

Señala la encuesta que los colombianos sólo mantienen un fuerte anclaje de confianza en el orden familiar y muchas prevenciones para la creación de vínculos de asociación. Se refleja así el espíritu desconfiado que se cuida de los demás, tal vez como consecuencia de la infiltración en la sociedad colombiana de un perverso mundo solapado que actúa entre bambalinas y en componendas oscuras.

La confianza en las instituciones se da por la tranquila desprevención que se genera progresivamente, al comprobarse la transparencia de palabras y acciones de sus representantes, que nada encubren. Sólo así se construyen los vínculos sociales que permiten abrirse acogedoramente hacia los demás, para dar curso a un ambiente propicio al progreso y desarrollo nacional. El restablecimiento de la confianza social pasa por el propio de la Justicia, que hoy sólo merece un reconocimiento del 28%, y que debe dar señales claras de su administración pronta y cumplida, con eficiente castigo a los que se aparten del buen ejercicio ciudadano. Debe entenderse que la creación de confianza se fortalece en la sociedad, mediante adecuado trabajo educativo que restablezca los valores y, en este aspecto es saludable, en principio, que un 80% de los colombianos creen en sus profesores.

POLÍTICA, ODIO Y OTRAS EMOCIONES

Muy acorde con la actualidad nacional resultó el foro sobre este tema, organizado por la Universidad Nacional de Colombia, con la dirección del eminente profesor de la Universidad de New York Stephen Holmes, caracterizado defensor del llamado “liberalismo constitucional” que se fundamenta en la idea de que un gobierno que se ajuste a normas preestablecidas puede ser más poderoso que uno que no respete límites, y durante el cual fue calificado como altamente riesgoso para el país el clima de creciente polarización que lo invade, de cara a la definición del próximo periodo presidencial.

Los expertos en comportamiento masivo coinciden en señalar que no hay nada más aglutinador de una sociedad que un sentimiento colectivo, trabajado mediante una profusa acción de medios, hasta lograr la adhesión pasional a una causa. Convocatorias a definiciones trascendentales hechas bajo este estímulo, representan alta posibilidad de que la gente exprese el efecto de la motivación, antes que una decisión razonada. A estas manifestaciones ha sido históricamente permeable nuestra sociedad, y el comportamiento emocional que nos caracteriza ha sido alimento de muchas jornadas democráticas pero también de guerras civiles y de las violencias que han entorpecido el progreso y el bienestar de los colombianos.

La estimulación pasional conduce al afloramiento de sectarismos, a la pérdida de la capacidad crítica de una sociedad, y, sobre todo, a condescender con los postulados de que el fin justifica cualquier medio para conseguirlo. Se desatiende así uno de los principios de la democracia cual es el de la autorregulación, es decir, la capacidad de establecer límites estables y respetados que permitan el entendimiento y la coherencia en la vida social y política. A este principio apunta Holmes, cuando hace referencia a que la Constitución de una nación no debe ser entendida como una frontera corrediza y quebrantable, según particulares conveniencias, ni tampoco como un rígido sistema normativo diseñado para limitar la expresión popular, sino que precisamente debe asumirse como el medio eficaz para asegurar que la democracia perdure, pues es su condición de salvaguarda, estabilidad y optimización.

Sembrar pasiones no le conviene a la vida política de una sociedad que quiera perseverar en la construcción de una democracia viva e incluyente.

EL BANQUERO DE LOS POBRES

A partir de reciente encuentro celebrado en Cartagena se dio vía libre a la iniciativa de reproducir en el país la idea del Banco de los pobres, original de Muhammad Yunus en Bangladesh, y que surgió como respuesta al dolor generado por la hambruna que padeció esa nación en 1974 cuando las personas hambrientas, provenientes del norte, llegaban a su capital Dacca, y simplemente se tendían en las entradas de las casas sin hacer ruido, y allí esperaban a que les llegara la muerte.

Por su propia iniciativa, con un aporte de 27 dólares, rescató a 42 víctimas de los prestamistas, y poco a poco fue dándole la configuración al Banco Grameen (Banco rural o de los pueblos), hasta llegar a beneficiar en 2006 a casi 7 millones de personas pobres, de las cuales el 97% eran mujeres de 73.000 localidades de Bangladesh, como quiera que los préstamos a mujeres, según su experiencia, siempre han redundado en mejores beneficios para las familias; ha acumulado créditos por 6.000 millones de dólares, con una impecable tasa de reembolso del 99% y un importe típico de 12 dólares por persona.

Reconfortante experiencia ésta que fue avalada con el otorgamiento del Premio Nobel de Paz en el año 2006, y que su autor interpretó como la constitución de una inextricable conexión entre paz y pobreza, ya que ésta es una amenaza para la paz. Hoy, el 58% de los prestatarios del banco han superado el umbral de miseria, y anota Yunus que “la hostilidad y la ira que generan la pobreza más absoluta no pueden ser sostén de la paz en ninguna sociedad”.

Es en este sentido que orientar la idea del Banco Grameen hacia la creación de oportunidades emprendedoras para los pobres de nuestro país merece la bienvenida en esta sociedad fatigada por la guerra y las violencias. Ojalá podamos asimilar esa fe inquebrantable en la creatividad del ser humano que inspira esta iniciativa, y que ha llevado a sus autores al convencimiento de que las personas no nacen para sufrir la miseria del hambre y la pobreza, sino que es la sociedad la que nunca les ha dado la base sobre la cual crecer.

OPORTUNIDAD PARA LA JUSTICIA

Sociedades reguladas por una justicia ecuánime, no aceptan condenas a inocentes ó que se deje el campo abierto a la impunidad. Este es un principio inequívoco y toda la ciudadanía tiene derecho a estar vigilante para que eso no ocurra. Entre tantas imprecisiones y tropiezos, se abre ahora una esperanza de confianza en la justicia, con la reapertura del caso Luís Carlos Galán que, al parecer, con nuevos indicios y sobre todo, teniendo en cuenta declaraciones ignoradas ó tenidas en cuenta en forma parcial, podría ahora sí enrumbarse hacia la clarificación de este crimen cometido hace 20 años.

Es evidente que los valores ciudadanos están sustentados, en buena medida, en la acción proba de la justicia, y es éste un asunto que le compete a los funcionarios del Estado que han intervenido en este proceso, pues si cada uno hubiera actuado de cara a lo público, con transparencia y acatamiento de la ley, no habrían tenido lugar esos comportamientos encubridores o las aviesas tácticas para desviar la atención de la justicia hacia la inculpación a cinco personas, entre ellas el fallecido Hubis Hazbún, a quienes después de 42 meses de encarcelamiento se les notificó que nada tenían que ver con el caso. Típica apelación al recurso que Girard expone en su libro “El chivo expiatorio”, de buscar en una víctima inocente la absolución del crimen.

Cuánto daño se le ha ocasionado a la sociedad colombiana con ese malévolo subterfugio de inculpar a la víctima propicia ó de escudarse tras el parapeto de sospechas hábilmente creadas, para evadir las responsabilidades propias, culpando a los demás. Así ha hecho carrera esa especie de astucia nacional del avivato, que recurre perversa e inescrupulosamente a cualquier artimaña para pretender escapar airoso de situaciones comprometedoras, cuando no llega hasta el cinismo de convertirse en depositario de la condolencia social.

Estas son las formas de la vida fácil que no pueden prosperar más en nuestra sociedad. Empezar por aclarar el asesinato de Galán, tan sentido en el corazón de los colombianos, es oportunidad favorable para que nuestra justicia se valide como institución que contribuye efectivamente a la salvaguarda de la democracia que se funda en el respeto a la Ley.

ENEMISTAD NACIONAL

El registro del acontecer que se publica en los distintos medios de comunicación, las charlas de café y hasta las reuniones familiares, se han convertido en indicativo de una preocupante polarización política que cada día cobra más resonancia en la vida colombiana. Se trata de la fragmentación de la sociedad en posiciones cada vez más sectarias, en la forma de una maniquea discriminación investida de subliminales apropiaciones religiosas, según la cual quien muestra un desacuerdo con nuestro pensamiento ya está del lado del mal, descalificando cualquier sentido de la crítica y de la condición democrática del pluralismo. El resultado de esta conducta es la emergencia de una cultura de la sospecha que divide y enfrenta irreconciliablemente en una especie de enemistad nacional.

Por otro lado, también la adhesión incondicional al Gobierno está abriendo sorprendentes espacios de tolerancia y permisividad con situaciones que a toda luz son reprochables. Este comportamiento, que se generalizó como reacción explicable frente a las violencias guerrilleras y paramilitares, ha generado métodos perversos, actitudes, vicios y nuevas barbaries como los llamados falsos positivos, y ha permitido que a su sombra florezcan relaciones inaceptables y formas de corrupción ó de riqueza rápida que pasan camufladas en una corriente que arrolla y no se detiene ante principio alguno, porque en una sociedad apasionada estas acciones cobran credencial de astucia y buen recibo.

Este mal espíritu social que se está gestando no es caldo de cultivo apropiado para lograr la paz que se anhela en nuestro país, y pareciera que antes que acercarnos cada día nos alejamos más, si evaluamos lo vivido en el proceso recorrido por Suráfrica. El expresidente De Klerk afirma que la búsqueda de la paz es más una obligación de carácter moral que política, y por tanto debe estar fundamentada en principios muy sólidos e inamovibles pero, además, requiere una disposición de ánimo que permita abrir puertas hacia el entendimiento y a la generación de confianza sin los cuales difícilmente se logran acuerdos satisfactorios. Conviene tener en cuenta su apreciación, según la cual luego de un conflicto armado, aún en el caso de una victoria militar, es indispensable un proceso de reconciliación si se aspira a llegar a una paz duradera.