POLÍTICA, ODIO Y OTRAS EMOCIONES

Muy acorde con la actualidad nacional resultó el foro sobre este tema, organizado por la Universidad Nacional de Colombia, con la dirección del eminente profesor de la Universidad de New York Stephen Holmes, caracterizado defensor del llamado “liberalismo constitucional” que se fundamenta en la idea de que un gobierno que se ajuste a normas preestablecidas puede ser más poderoso que uno que no respete límites, y durante el cual fue calificado como altamente riesgoso para el país el clima de creciente polarización que lo invade, de cara a la definición del próximo periodo presidencial.

Los expertos en comportamiento masivo coinciden en señalar que no hay nada más aglutinador de una sociedad que un sentimiento colectivo, trabajado mediante una profusa acción de medios, hasta lograr la adhesión pasional a una causa. Convocatorias a definiciones trascendentales hechas bajo este estímulo, representan alta posibilidad de que la gente exprese el efecto de la motivación, antes que una decisión razonada. A estas manifestaciones ha sido históricamente permeable nuestra sociedad, y el comportamiento emocional que nos caracteriza ha sido alimento de muchas jornadas democráticas pero también de guerras civiles y de las violencias que han entorpecido el progreso y el bienestar de los colombianos.

La estimulación pasional conduce al afloramiento de sectarismos, a la pérdida de la capacidad crítica de una sociedad, y, sobre todo, a condescender con los postulados de que el fin justifica cualquier medio para conseguirlo. Se desatiende así uno de los principios de la democracia cual es el de la autorregulación, es decir, la capacidad de establecer límites estables y respetados que permitan el entendimiento y la coherencia en la vida social y política. A este principio apunta Holmes, cuando hace referencia a que la Constitución de una nación no debe ser entendida como una frontera corrediza y quebrantable, según particulares conveniencias, ni tampoco como un rígido sistema normativo diseñado para limitar la expresión popular, sino que precisamente debe asumirse como el medio eficaz para asegurar que la democracia perdure, pues es su condición de salvaguarda, estabilidad y optimización.

Sembrar pasiones no le conviene a la vida política de una sociedad que quiera perseverar en la construcción de una democracia viva e incluyente.

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