En el Bicentenario

Sería de esperar que las celebraciones del Bicentenario de nuestra independencia se tradujeran en obras y acciones políticas para el bienestar y progreso de esta significativa parte del continente americano que, a la altura de sus doscientos años de vida republicana, aún no ha resuelto muchas necesidades básicas. Ésta es una buena referencia para cimentar hacia el futuro un recuerdo de la efemérides y que todo no se agote en fastos, ruidos de pólvora y actos simbólicos de rituales patrios sin sustancia para la memoria social.

Constituye por lo menos una ironía que, en nuestra región Andina, esta coyuntura esté marcada por la crisis de nuestras relaciones con las repúblicas de Ecuador y Venezuela. Países hermanos que no pueden continuar insistiendo en las rencillas que los han distanciado desde su fundación, sino en refrendar los principios vinculantes de cooperación que también los han conducido históricamente, y en la constitución de solidaridades y apuestas de desarrollo armónicas.

Es insólito que poblaciones que sufren la carencia de recursos básicos para su existencia, vean obstaculizadas las necesarias relaciones de intercambio comercial para sustentar su bienestar por tensiones políticas que, con una actitud más generosa y más tolerante de sus diferencias, se pueden superar. No es con la interminable muralla de reclamos y la hostilidad comunicativa como se restablece la concordia necesaria para estos pueblos. La racional vía del diálogo es siempre la salida más expedita para solucionar los conflictos y crear condiciones de entendimiento, como lo sostiene el presidente Santos.

Utopía de América se ha llamado a esta esperanza de unidad. Por supuesto, un sueño abierto y acogedor de las múltiples y ricas expresiones de cultura, de idiosincrasias, de matices etnográficos, de particularidades territoriales, entre tantos factores, que hacen parte de la riqueza de estas naciones y que, con una buena dosis de equilibrio y altura en nuestro comportamiento, deberían convertirse en hitos sustantivos de estimulante complementación.

Esta conmemoración de la Independencia representa una buena oportunidad para revisar el camino andado en estos doscientos años, y crear condiciones de respeto y capacidad de asociación, a pesar de las diferencias ideológicas ó de concepción y conducción de los Estados, para encarar el reto de situar a Hispanoamérica, con voz propia, en el escenario global.

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