EL SIGLO DE LA DESRURALIZACIÓN

Así califica el científico polaco Ignacy Sachs, de la Escuela de Estudios Sociales de París, al siglo XX, por haberse sucedido en ese periodo intensos procesos migratorios de la humanidad, y registrar a su terminación la presencia de casi un 80% de la población mundial en conglomerados citadinos, aunque, como bien lo anota, no es dable aceptar por esa sola condición que dichas personas se hayan convertido en ciudadanos urbanos.

El concepto de urbanización ha de redefinirse, pues debe significar ofrecer a los que ocupan el espacio urbano no sólo condiciones de vivienda decente, empleo e igualdad de oportunidades para sus hijos, sino, sobre todo, el ejercicio pleno de su ciudadanía.

Este fenómeno adquiere especial penalidad en nuestro país, donde, además de ser fiel reflejo de este comportamiento migratorio, se encuentra potenciado por las especiales características de marginalidad que presentan los nuevos habitantes de las ciudades, dentro de los cuales se contabilizan 4 millones de desplazados por la violencia que hoy se debaten en la miseria absoluta, y cuya condición mereció recientemente especial registro informativo con motivo del desalojo del parque Tercer Milenio en Bogotá.

El más importante problema que caracteriza la crisis urbana actual, es el desempleo. Según la Organización Internacional del Trabajo, hay 700 millones de subempleados y 120 millones de desempleados a nivel mundial. En términos generales, un 30% de la fuerza de trabajo del mundo sufre esta crisis y para superarla se deberían generar 1000 millones de nuevos puestos de trabajo en los próximos 10 años, de acuerdo con estimativos de la ONU.

Estremecedores datos que llevan a Sachs a advertir que el desempleo no se solucionará expandiendo la economía informal; esa actividad no resuelve un problema de esa magnitud, y es más bien una perversa y cómoda abstracción. En los países en vías de desarrollo, el sector informal funciona como un biombo para ocultar lo que en otras latitudes sería un desempleo masivo.

La creciente marginalidad de la pobreza reta al mundo a actuar con prontitud en la imaginación, diseño y constitución de una nueva actitud frente a problemas que de no enfrentarlos con decisiones de profundo calado, no habrá espacio para la esperanza de esta sociedad.

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